Charles
de Foucauld,fue en un místico contemplativo, referente contemporáneo
de la llamada «espiritualidad del desierto».
Su personalidad
polifacética se manifestó en su carácter de militar en Argelia y
de explorador y geógrafo en Marruecos, y más tarde en su búsqueda
espiritual, en su itinerario trapense por Francia y el Imperio
otomano, y en su sacerdocio en el Sahara argelino, donde
transcurrieron los últimos quince años de su vida.
El 13 de
noviembre de 2005, el Papa Benedicto XVI, lo beatificó. Su fiesta es
el 1° de diciembre.
Nació
en Estrasburgo, Francia, el 15 de septiembre de 1858.
“Dios
mío, todos tenemos que cantar tus misericordias: Hijo de una madre
santa, aprendí de ella a conocerte, a amarte y a rezarte: ¿No fue
mi primer recuerdo la oración que ella me hacía recitar por la
mañana y por la noche: Dios mío, bendice a papá, a mamá, al
abuelo, a la abuela, a la abuela Foucauld y a mi hermanita”.Pero
mamá, papá y la abuela Foucauld mueren en 1864. El abuelo lleva
consigo a los dos pequeños hermanos: Charles y María, de 6 y 3 años
..
Siempre
admiré la nobleza lúcida de mi abuelo cuya infinita ternura rodeó
mi niñez y mi juventud con una atmósfera de amor cuya calidez
siempre recuerdo con emoción.”
El
28 de abril de 1872, Charles recibirá la Primera Comunión y la
Confirmación, todo en el mismo día.
Joven
en un mundo sin Dios (1874 a 1876)
Charles
es inteligente y estudia con facilidad. Le gustan mucho los libros,
lee absolutamente de todo.
“Si
me esforzaba un poco en Nancy es porque me dejaban mezclar con mis
estudios una cantidad de lecturas que me dieron el gusto del estudio,
pero que también me hicieron bastante mal…”
Poco
a poco, Charles se aleja de la fe.
Sigue respetando la religión
católica, pero no cree más en Dios.
“Pasé
doce años sin negar nada y sin creer en nada, desesperando de
encontrar la verdad, no creyendo ni siquiera en Dios, ninguna prueba
me parecía suficientemente irrefutable.”
“A
los 17 años era puro egoísmo, pura vanidad, pura impiedad, puro
deseo del mal, estaba como enloquecido… Estaba en la noche. No veía
más ni a Dios ni a los hombres: Sólo estaba interesado en
mí.”
Militar
sin convicción (1876 a 1882)
Después
de dos años de estudios en la Escuela Militar, Charles es oficial.
Su abuelo acaba de morir y Charles recibe toda la herencia. Tiene 20
años.
Durante
varios años, buscará su placer en la comida y en las fiestas. Lo
llaman entonces el “Gordo Foucauld”.
“Duermo
mucho. Como mucho. Pienso poco.”
En
octubre de 1880, es destinado a Argelia. Argelia le gusta y sus
habitantes le interesan:
“La
vegetación es magnífica: palmeras, laureles, naranjos. ¡Es un
hermoso país! Yo quedé maravillado: en medio de todo eso, árabes
con albornoces blancos o vestidos con colores intensos, con un montón
de camellos, de pequeños asnos y de cabras, que producen un efecto
muy pintoresco.”
Es
destituido de su cargo por mantener una
relación irregular con una mujer. Apenas llega a Francia, se entera
de que su regimiento ha sido enviado a Túnez:
“Una
expedición de ese tipo es un placer demasiado extraordinario para
dejarlo pasar sin tratar de gozarlo.
En África, me colocaron en
un buen lugar, como lo había pedido, pero no realmente en el
regimiento que yo deseaba.
Formo
parte de una columna que maniobra sobre las altas mesetas, al Sur de
Saïda.Es divertido: la vida de campamento me gusta en la misma
medida en que la vida en la guarnición me disgusta.
Espero
que la columna dure mucho tiempo; cuando acabe, trataré de ir a otra
parte en donde haya movimiento.”
En
enero de 1882, las “columnas” se acaban y Foucauld se encuentra
de nuevo en un cuartel.
“Detesto
la vida en la guarnición…prefiero aprovechar mi juventud viajando;
de todas maneras, aprenderé algo y no perderé mi tiempo.”
El
28 de enero de 1882, presenta su dimisión del ejército.
Viajero
formal (1882 a 1886)
Charles
decide entonces instalarse en Argelia para preparar sus
viajes.
“Sería
una pena hacer viajes tan hermosos, tontamente y como simple turista:
quiero hacerlos seriamente, llevar libros y aprender tan
completamente como sea posible, la historia antigua y moderna, sobre
todo la antigua, de todos los países que atraviese.”
Marruecos
está cerca, pero está cerrado para los europeos.
Se siente
atraído por ese país muy poco conocido.
Luego de una larga
preparación de 15 meses, parte a Marruecos con el Judío Madoqueo
que será su guía.
“En
1883, sobre las tierras del sultán, el Europeo puede circular
abiertamente y sin peligro; en el resto de Marruecos, sólo puede
penetrar disfrazado y con peligro de su vida: es considerado como un
espía y sería masacrado si fuera reconocido. Casi todo mi viaje se
hizo en el país independiente. Me disfracé desde Tanger, para
evitar correr el riesgo de ser reconocido en otros lugares. Me hice
pasar por israelita. Durante mi viaje, mi vestido era el de los
Judíos marroquíes, mi religión la de ellos, mi nombre, el rabino
José. Rezaba y cantaba en la sinagoga, los padres me suplicaban que
bendiga a sus hijos…”
“A
quien me preguntaba sobre mi lugar de nacimiento, le contestaba a
veces Jerusalén, a veces Moscú, a veces Argel.Si preguntaban el
motivo de mi viaje: para el musulmán, era un rabino mendicante que
pedía limosna de ciudad en ciudad; para el Judío, un Israelita
piadoso que había venido a Marruecos a pesar de las fatigas y
peligros, para enterarse de la situación de sus hermanos. Todo mi
itinerario fue recogido con brújula y barómetro. En el camino,
tenía conmigo siempre un cuadernillo de cinco centímetros cuadrados
escondido en el hueco de mi mano izquierda y un lápiz de dos
centímetros de largo que no sacaba nunca de la otra mano, anotaba lo
que el camino presentaba de notable, lo que se veía a derecha e
izquierda; marcaba los cambios de dirección, acompañados por
anotaciones hechas con la brújula, los accidentes del terreno, con
la altura barométrica, la hora y el minuto de cada observación, las
paradas, los grados de rapidez de la marcha, etc. Escribía así casi
todo el tiempo mientras estaba en ruta, todo el tiempo en las
regiones accidentadas.
Nunca
nadie se dio cuenta, aún en las caravanas más numerosas; tomaba la
precaución de caminar adelante o detrás de mis compañeros, para
que, gracias a la amplitud de mi ropa, no distinguiesen el ligero
movimiento de mis manos. La descripción y los datos recolectados en
el itinerario llenaban un cierto número de pequeños cuadernillos.
En cuanto llegaba a un pueblo donde me era posible tener una pieza
aparte, completaba las notas y las recopilaba en unos blocs que
formaban mi diario de viaje. Consagraba las noches a ocuparme de
esto.”
“Durante
la corta estadía en Tisint, conocí a varias personas: todos los
hadjs (título de quienes habían realizado una peregrinación a la
Meca) quisieron verme. Por el solo hecho de que venía de Argelia,
donde habían sido bien recibidos, todos me acogieron muy bien;
varios, lo supe más adelante, se imaginaron que era cristiano; no
dijeron nada, comprendiendo, mejor que yo quizás, en qué peligros
podían ponerme sus palabras.”
Durante
11 meses, Charles recibió a menudo injurias y piedras. Varias veces
llegó hasta correr el riesgo de que lo mataran.
El
23 de mayo de 1884, un mendigo pobre llega al puesto de la frontera
de Argelia. Está descalzo, enflaquecido y cubierto de suciedad. Ese
pobre judío se llama Charles de Foucauld.
“¡Fue
duro, pero muy interesante, y tuve éxito!”
El
mundo científico de la época se entusiasma con el trabajo de
Charles: recorrió 3000 Km en un país casi desconocido!
Pero,
a
Charles no le interesa esa gloria.
Deja Argelia y se instala
cerca de su familia en París. Tiene 28 años.
“Al
comienzo de octubre de ese año 1886, después de seis meses de vida
en familia, mientras estaba en París haciendo imprimir mi viaje a
Marruecos, me encontré con personas muy inteligentes, muy virtuosas
y muy cristianas; al mismo tiempo, una gracia interior extremadamente
fuerte me empujaba: empecé a ir a la iglesia, sin creer,
encontrándome bien solamente allí, donde pasaba largas horas
repitiendo esta extraña oración: ‘¡Dios mío, si existes, haz
que Te conozca!’Pero yo no Te conocía…
¡Oh
Dios mío! ¡Cómo tenías tu mano sobre mí, y qué poco yo lo
sentía! ¡Qué bueno eres! ¡Cómo me guardaste! ¡Cómo me
guardabas bajo tus alas mientras yo ni siquiera creía en Tu
existencia!
Forzado
por las circunstancias, me obligaste a ser casto. Era necesario para
preparar mi alma a recibir la verdad: El demonio es demasiado dueño
de un alma que no es casta.
Al
mismo tiempo me hiciste volver a estar con mi familia donde fui
recibido como el hijo pródigo”.
“Me
inspiraste entonces este pensamiento: ‘Puesto que esta alma es tan
inteligente, la religión en la que cree no puede ser una locura.
Estudiemos entonces esa religión: tomemos un profesor de religión
católica, un sacerdote instruido, y veamos qué pasa, y si hay que
creer lo que ella dice.’
Me
dirigí entonces al Padre Huvelin. Le pedí lecciones de religión:
él me hizo arrodillar e hizo que me confesara, y me envió
inmediatamente a comulgar…
Yo,
que había dudado tanto, no creí todo en un solo día; unas veces
los milagros del Evangelio me parecían increíbles; otras, quería
mezclar en mis oraciones pasajes del Corán. Pero la gracia divina y
los consejos de mi confesor disiparon esas nubes…
Deseaba
ser religioso, vivir sólo para Dios. Mi confesor me hizo esperar
tres años.
¡Qué
influencia bendita tuvo en mi vida la peregrinación a Tierra Santa!,
aunque la hice a pesar mío, por pura obediencia al Padre
Huvelin…
Después
de haber pasado Navidad de 1888 en Belén, de haber escuchado la Misa
de Medianoche y recibido la sagrada Comunión en la santa Gruta, me
volví a Jerusalén después de dos o tres días. La dulzura que
sentí al rezar en esa gruta donde resonaron las voces de Jesús, de
María, de José, fue indecible”.
“Tengo
sed de llevar la vida que entreví, que adiviné, caminando por las
calles de Nazaret, que pisaron los pies de NS, pobre artesano perdido
en la abyección y la oscuridad…”
Charles
está muy apegado a su familia y a sus amigos, pero se siente llamado
a dejar todo para seguir a Jesús. El 15 de enero de 1890, entra en
la Trapa.
“El
Evangelio me mostró que el primer mandamiento es amar a Dios con
todo mi corazón y que había que encerrar todo en el amor; todos
saben que el primer efecto del amor es la imitación. Me pareció que
nada me ofrecía mejor esta vida que la Trapa.”
“Todos
los hombres son hijos de Dios que los ama infinitamente: es entonces
imposible querer amar a Dios sin amar a los seres humanos: cuanto más
se ama a Dios, más se ama a los hombres. El amor de Dios, el amor
por los seres humanos, es toda mi vida, será toda mi vida, así lo
espero.”
Charles
es feliz en la Trapa. Aprende mucho. Recibe mucho. Pero le falta
todavía algo.
“Somos
pobres para los ricos, pero no lo somos como lo fue Nuestro Señor,
no lo somos como yo lo fui en Marruecos, no como lo fue San
Francisco.”
“Amo
a Nuestro Señor Jesucristo, y no puedo soportar llevar una vida
diferente de la Suya… No
puedo atravesar la vida en primera clase cuando Aquel a quien amo la
atravesó en la última…”
“Me
he preguntado si no habría la posibilidad de buscar algunas almas
con quienes pudiera formarse un comienzo de pequeña congregación.
El
fin sería llevar lo más exactamente posible la vida de Nuestro
Señor: viviendo únicamente del trabajo manual, siguiendo a la letra
todos sus consejos…
Agregar
a ese trabajo muchas oraciones, formar solamente pequeños grupos,
que se difundan por todas partes sobre todo en los países no
cristianos tan abandonados y donde sería tan bueno aumentar el amor
y los servidores de Nuestro Señor Jesús.”
El
23 de enero de 1897, el Superior General de los Trapenses anuncia a
Charles que puede salir de la Trapa para seguir a Jesús, el pobre
artesano de Nazaret. Charles parte a Israel. Llega a Nazaret donde
las Hermanas Clarisas lo toman como sirviente.
“Dios
me hizo encontrar lo que buscaba: la imitación de lo que fue la vida
de Nuestro Señor Jesús en ese mismo Nazaret…
En
mi cabaña de madera, a los pies del Sagrario de las Clarisas, en mis
días de trabajo y mis noches de oración, encontré tan bien lo que
buscaba que es evidente que Dios me preparaba ese lugar.”
Pero
Charles quiere compartir esa vida de Nazaret con otros hermanos. Por
eso escribe la Regla de los Hermanitos.
“Quise
hacer una regla muy sencilla, que fuera adecuada para que algunas
almas piadosas pudieran vivir una vida de familia alrededor de la
Sagrada Hostia. Mi regla está tan estrechamente ligada al culto de
la Sagrada Eucaristía que es imposible que sea observada por varias
personas sin que haya un sacerdote y un sagrario; podré tener
algunos compañeros solamente cuando yo sea sacerdote y cuando haya
un oratorio alrededor del cual podamos encontrarnos juntos…”
En
agosto de 1900, Charles vuelve a Francia. El Padre Huvelin está de
acuerdo para que reciba el sacerdocio.
“Fui
a pasar un año en un convento, para estudiar y recibí allí las
Sagradas Órdenes. Sacerdote desde el mes de junio pasado, me sentí
llamado inmediatamente a ‘las ovejas perdidas’, a las almas más
abandonadas, a las más desamparadas, para cumplir con ellas el deber
del amor: ‘Ámense unos a otros como yo los amé, en eso
reconocerán que son mis discípulos’. Sabiendo por experiencia que
no había ningún pueblo más abandonado que los musulmanes de
Marruecos, del Sahara argelino, pedí y obtuve el permiso de ir a
Béni Abbès, pequeño oasis del Sahara argelino cerca de la frontera
de Marruecos.”
El
28 de octubre de 1901, Charles llega a Béni Abbès.
“Fui
muy bien recibido por la gente del lugar; entro en relación con
ellos, tratando de hacerles algún bien. Los militares se pusieron a
construirme una capilla, tres celdas y una pieza para huéspedes, en
ladrillos secos y troncos de palmeras.
Quiero
acostumbrar a todos los habitantes, a considerarme como su hermano,
el hermano universal… Empiezan a llamar a la casa ‘la
fraternidad’, y eso me alegra…”
Cada
día, Charles pasa horas a los pies del Sagrario.
A
cada momento golpean a la puerta. ‘Todo lo que hacen a uno de esos
pequeños, es a mí a quien se lo hacen’.
El Evangelio
transformó ya la vida de Charles que abre enseguida la puerta para
acoger al Amado.
“Desde
las 4 y 30 de la mañana hasta las 8 y 30 de la tarde, no paro de
hablar, de ver gente: esclavos, pobres, enfermos, soldados, viajeros,
curiosos.”
En
esta región, Charles descubre la esclavitud. Está
escandalizado.
“Cuando
el gobierno comete una injusticia grave contra aquellos a quienes en
cierta medida tenemos a cargo nuestro, hay que decírselo, porque no
tenemos el derecho de ser ‘centinelas dormidos’, ‘perros
mudos’, ‘pastores indiferentes’.”
La
Fraternidad está construida. Charles espera hermanos.
Pero
los Hermanos no llegan.
“Estoy
siempre solo, varios sin embargo, me hacen decir que quisieran unirse
a mí, pero hay dificultades, de las cuales la principal es la
prohibición a todo Europeo, de parte de las autoridades civiles y
militares, de circular por estas regiones, debido a la
inseguridad.”
En
junio de 1903, el obispo del Sahara pasa algunos días en Béni
Abbès. Viene del Sur donde visitó a los Tuaregs. Charles se siente
atraído por esa gente que vive en el corazón del desierto.
No
hay sacerdotes disponibles para ir allá, entonces, Charles se
propone.
“Por
la extensión del santo Evangelio, estoy dispuesto a ir hasta el fin
del mundo y a vivir hasta el juicio final…”
El
13 de enero de 1904, Charles parte al territorio de los Tuaregs.
Lo
hace desde Akabli
con el Comandante Laperrine para acompañarlo en su viaje de
inspección. Su intención es la de visitar las poblaciones
recientemente sometidas y llegar hasta Tombouctou…
“Mi
vocación ordinaria es la soledad, la estabilidad, el silencio… En
este momento soy nómade, yendo de campamento en campamento, tratando
de acercarme, de lograr la confianza, la amistad… Esta vida nómade
tiene la ventaja de hacerme ver a muchas almas y de hacerme conocer
el país…”
“Dado
que al lugar casi siempre sufre de una gran carencia de agua o de
pastos, los Tuaregs están obligados a separarse, diseminarse, para
poder alimentar y dar de beber a sus rebaños. Viven en grupos muy
pequeños, una carpa aquí, otras más allá... Se las encuentra por
todas partes pero siempre son pocas las que están juntas.
El
tiempo que no empleo en caminar o rezar, lo ocupo para estudiar su
idioma. Acabo de terminar la traducción de los Santos Evangelios a
la lengua tuareg. Es para mí un gran consuelo que sea su primer
libro el de los Santos Evangelios.”
“Voy
a quedarme aquí como único europeo… muy feliz de estar solo con
Jesús, solo para Jesús…
Residir solo en el lugar es bueno; se
actúa, aunque no se haga gran cosa, porque uno se hace ‘del
lugar’.”
“Esta
África, esta Argelia, estos millones de no cristianos reclaman tanto
la santidad que solamente podrá obtenerles su conversión; recen
para que la Buena Noticia llegue y que los últimos llegados se
acerquen finalmente al pesebre de Jesús, para, también,
adorarlo.”
“Sería
necesario que el país estuviera cubierto de religiosos, religiosas y
buenos cristianos que se queden en el mundo para tomar contacto con
todos esos pobres musulmanes y para instruirlos.”
“Sería
posible encontrar enfermeras laicas, totalmente de Jesús por el
corazón, que consientan y deseen venir a consagrarse por Jesús, sin
el nombre ni el hábito de religiosas…”
“¿Hace
algún bien mi presencia aquí? Si la mía no lo hace, la presencia
del Santísimo Sacramento lo hace ciertamente y mucho. Jesús no
puede estar en un lugar sin irradiar. Además, el contacto con los
oriundos del lugar, hace desaparecer poco a poco sus prevenciones y
prejuicios. Es muy lento, muy poca cosa; rece para que su hijo haga
un mayor bien, y que mejores obreros que él vengan a desbrozar este
rincón del campo del Padre de familia.”
“Mi
apostolado debe ser el apostolado de la bondad. Si me preguntan por
qué soy manso y bueno, debo decir: ‘Porque soy el servidor de
alguien mucho más bueno que yo’.”
“Los
Tuaregs de mi alrededor me dan las mayores alegrías y consuelos;
tengo excelentes amigos entre ellos. Mis trabajos de idioma andan
bien”.
“¡Mañana
se cumplirán diez años de que digo la Santa Misa en la ermita de
Tamanrasset! ¡y ni un solo convertido! Hay que rezar, trabajar y
esperar.”
Desde
hace dos años, la guerra desgarra Europa. Comienza también a llegar
al Sahara.
“A
450 Km de aquí, el fuerte francés de Djanet fue sitiado por más de
mil ‘Senoussistes’ (tribu rebelde) armados con un cañon y
ametralladoras. Después de ese éxito los Senoussistes tienen la
ruta libre para venir hasta aquí; sólo Dios puede
impedírselo.”
Pero
Dios no lo impidió y Charles es violentamente asesinado el 1º de
diciembre de 1916.
“Cuando
el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si
muere, da mucho fruto…”