En su encuentro del pasado martes 7 de julio, el Obispo de Roma, se dirigió a la comunidad educativa a través de un discurso bergogliano que dio en Quito, en la Universidad Católica de Ecuador.
Arrancó pintando el panorama educativo, con algunos nubarrones, y compartió interrogantes tendientes a lograr que la inminente tormenta sea una garúa.
Un arranque poético – tanguero.
Pero este curita, sabe decir las cosas, hacerlas entrar de un modo que interesa e interpela al lector.
Uno queda de a pie, mientras se da cuenta, que lejos de realizar una descripción teórica, arranca con cuestiones sencillas y medulares que nos atañen a todos.
Se refirió a un Jesús plástico en su modo de enseñar, de compartir. Porque lo hacía con simples parábolas, sin doctorear.
Francisco, nos hace ver la ecología del Génesis, porque allí se habla de cultivar y cuidar la tierra, que es un don. Cuidar la tierra, y al hermano.
Luego se pregunta junto a los educadores:
¿Velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy? ¿Un espíritu que sea capaz de buscar nuevas respuestas a los múltiples desafíos que la sociedad hoy plantea a la humanidad?
¿Son capaces de estimularlos a no desentenderse de la realidad que los circunda, no desentenderse de lo que pasa alrededor?
¿Son capaces de estimularlos a eso?
¿Cómo generamos y acompañamos el debate constructor, que nace del diálogo en pos de un mundo más humano?
El diálogo, esa palabra puente, esa palabra que crea puentes.
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