Terror y antisemitismo en Bombay
A Moshe le quitaron a sus padres
Bernardo Kliksberg Para LA NACION
WASHINGTON.- Asesinaron sin misericordia a más de 200 personas. Sus objetivos fueron los dos hoteles más importantes de Bombay, una estación de ómnibus, un café muy popular, un hospital... Pero -extrañamente, en una ciudad de 19 millones de habitantes- eligieron como blanco central el Jabad Lubavitch, un pequeño centro judío, y exterminaron a todos los allí presentes.
Sólo se salvó, gracias al heroísmo de Sandra Samuel, su cuidadora hindú, el pequeño Moshe, de dos años. Sandra lo encontró llorando desesperado, con los pantaloncitos ensangrentados, junto a los cadáveres de sus padres, los dos tenaces luchadores y entregados educadores que habían fundado el centro, el rabino Gabriel Holtzberg (29 años) y su esposa Rebeca (28).
Como escribió ardiendo de indignación en The New York Times el escritor y catedrático hindú de la Universidad de Nueva York Suketu Mehta, hijo de Bombay: "Con el ataque a la casa de Jabad, por primera vez, se ha convertido en un peligro ser judío en la India". The Wall Street Journal describe: "Con sus pequeños, casi invisibles signos, la Casa de Jabad, que servía como lugar de refugio y fuente de comida kosher para los muchos jóvenes israelíes mochileros que viajaban a la India, era tan difícil de encontrar, que la mayoría de los visitantes preguntaban dónde hallarla en la estación de combustibles cercana. Un empleado de la estación dijo que los terroristas sabían muy bien dónde quedaba. Tiraron una granada en la estación y fueron directo a Jabad".
Los judíos de Bombay son el 0,01% de la población, pero para los asesinos eran una meta prioritaria y estratégica.
Quienes llegaron después encontraron la sinagoga hecha añicos, los libros sagrados con sangre en sus páginas, el cuerpo de la joven rabina cubierto con la ropa de oración. Junto a ella y su esposo, los cadáveres del rabino Leibish Teitelbaum, de Israel; de Benztion Chroman, también israelí; de una mujer judía mexicana y otras víctimas judías.
Los hechos hablaban por sí solos. Como alguien anotó, fueron asesinados pura y simplemente porque eran judíos.
El rabino Holtzberg se había destacado desde joven por su amor al judaísmo y a la educación. Había ganado una competición nacional en los Estados Unidos de conocimientos de Talmud, para estudiantes de secundaria, y después obtuvo el segundo puesto en el concurso internacional, en Israel. Estaba muy orgulloso de haber creado de la nada el Jabad Lubavitch de Bombay y de que hace poco había logrado construir un baño ritual para las familias judías de la ciudad. Acogía con calidez y total generosidad a los visitantes.
Un compañero de generación, el rabino Heller, dice que amaba enseñar y ayudar a la gente. Describe: "En una vida tan corta, hizo cosas que la gente no hace en largas vidas". El vocero de Jabad en Nueva York, Shmotkin, dijo sobre él y su esposa Rebeca: "Eran totalmente desprendidos. No tenían otra vida que diseminar el amor y la bondad".
Los asesinos llevaron la inhumanidad terrorista y el antisemitismo a sus últimos extremos. Su encarnizamiento con Jabad es el mismo que estuvo presente en la masacre de la AMIA. Todavía resuena en Pasteur 633, y en todo el barrio, donde perecieron 86 maestros, asistentes sociales, trabajadores, secretarias, niños, jóvenes y ancianos, la gran pregunta: ¿por qué?, al mismo tiempo que el reclamo de justicia que enarbolan con tanta dignidad entidades, como la AMIA, la DAIA, Familiares y Memoria Activa, acompañadas por todo el pueblo argentino.
El antisemitismo genocida y el terrorismo en general tienen pasos previos. El terreno para que la AMIA, con más de cien años de servicio a la comunidad y el país, y el Jabad de Bombay fueran objetivos de guerra fue preparado por la demonización sistemática de Israel y del pueblo judío, algo que la sociedad argentina ha rechazado continuamente. Cuando el presidente de Irán, Ahmadinejad, llamó repetidamente a la destrucción completa del Estado de Israel, cuando convocó, en reunión inédita, a los principales negadores del Holocausto, en Teherán, y cuando, en la última asamblea de la ONU, dijo: "La dignidad y los derechos de los pueblos americanos y europeos están siendo manipulados por un pequeño y estafador grupo de personas llamados sionistas [septiembre de este año]" estaba cultivando las raíces del odio. Cuando periódicos de amplia circulación en Medio Oriente señalan que los judíos son los principales sospechosos en la crisis financiera o que el atentado contra las Torres fue obra judía, como lo demostraría que "miles de judíos no fueron a trabajar ese día a las Torres", están creando el campo para nuevos holocaustos.
Todo ciudadano libre debe reaccionar frente al terrorismo, por el que en Bombay se asesinó, entre otros, a todos los jóvenes chefs del Taj Mahal, en el hotel Oberoi, a un padre y a su hija, miembros de una comunidad espiritual de Virginia en viaje de introspección a la India; al joven trabajador hindú de un call center único sostén de su madre viuda que pasaba por la puerta de Jabad, y a muchos más. También se deben condenar activamente el antisemitismo y las xenofobias.
Sin embargo, los asesinos y sus instigadores no entendieron algo muy importante. Podían destruir el Jabad Lubavitch y matar a la joven pareja de rabinos, pero los valores que moraban en el recinto de esa sinagoga estaban más allá de toda posibilidad de destrucción, como los que había en la AMIA. Allí el atentado no dejó un ladrillo, pero hoy es nuevamente un potente emporio de educación, trabajo social y espiritualidad.
Los centros Jabad realizan en el mundo desde hace 250 años un trabajo educativo y espiritual respetado universalmente. Se han abierto más de 350 centros en 74 países. Su líder histórico, el rabino Menajem Mendel Schneerson, gigante espiritual, fue honrado, entre otras, con la máxima distinción del Congreso de los EE.UU. por su aporte a la educación. Su dirigente espiritual en la Argentina, el rabino Tzvi Grunblatt, forjador de una vasta red de protección social con instituciones modelo, como el hogar para niños en riesgo Ieladeinu, ha señalado que muy pronto Jabad reabrirá la sinagoga destruida, abrirá otra más y enviará a Bombay una nueva pareja de jóvenes rabinos abnegados.
Hechos como los sucedidos obligan a que nadie sea indiferente. Hay que detener antisemitismos y racismos, y seguir adelante con fuerza renovada en la pelea por crear un mundo donde cada uno sea guardián de su hermano.
El autor es economista; acaba de recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires y compartió el Premio 2008 a la Trayectoria Ciudadana de la Secretaría de Culto
martes, 16 de diciembre de 2008
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