miércoles, 4 de febrero de 2009

Una respuesta inteligente

Por el tema de los partidarios de Lefebvre me parece muy interesante la respuesta de Guillermo Marcó en La Nación

El diálogo y la religión
Guillermo Marco
Para LA NACION


Es importante tratar de esclarecer los temas complejos, como lo es el de la excomunión y la controversia de monseñor Lefebvre y el Vaticano.

Trataré de ilustrar quiénes son los actores en juego para intentar después analizar el fondo del problema. Marcel-François Lefebvre -nacido en Francia en 1905 y muerto en Suiza en 1991-, tras una carrera como misionero en Africa fue ordenado obispo y participó del Concilio Vaticano II; allí se enfrentó con sus compañeros en el episcopado y llegó a desobedecer al Papa por las reformas doctrinales y disciplinares introducidas en la Iglesia tras el Concilio, que a su parecer rompían con la tradición enseñada por San Pío X y Pío XII. Fundó la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, después de renunciar a su cargo de superior general de su congregación en 1968. Y, en 1971, fundó en Friburgo (Suiza), con la anuencia del obispo del lugar, una casa de formación sacerdotal.

El episcopado francés elevó un pedido para que se le hiciera cerrar el seminario y dispersar a los seminaristas, a los que prosiguió formando hasta las puertas del sacerdocio. En 1976, recibió una advertencia canónica para que no procediera a la ordenación de la primer promoción de jóvenes. Como la desoyó fue suspendido ad divinis el 22 de julio de 1976. El 29 de agosto de 1976, monseñor Lefebvre celebró la misa de Lille en la que declaró: "No se puede dialogar con los masones o con los comunistas, no se dialoga con el diablo!"

Cuando, en la reunión ecuménica de Asís de 1986, Juan Pablo II rezó junto a los líderes de otras religiones por la paz, monseñor Lefebvre, ya octogenario, confiesa que se le acaba el tiempo para nombrar un sucesor en el episcopado, tras una serie de reuniones con autoridades romanas, donde se le aseguró que el papa Juan Pablo II no se oponía, en principio, a darle un sucesor, se bosquejó un proyecto de acuerdo. Pero tan pronto como estampó su firma en el documento, el entonces cardenal Ratzinger solicitó de él una carta pidiendo perdón al Papa por la serie de conflictos que había provocado. Tras negarse a hacerlo, decide, asemás, consagrar cuatro obispos escogidos de entre miembros de su congregación: los padres Alfonso de Galarreta (hispano-argentino), Bernard Fellay (suizo), Richard Williamson (inglés) y Bernard Tissier de Mallerais (francés).

Los puntos en los que monseñor Lefebvre no transigía eran sobre todo cuatro.

1- El nuevo ritual de la misa (el Concilio Vaticano II consideró que el latín tradicional en que se celebraba el rito de San Pío V era ya una adaptación a la lengua popular, el latín se hablaba en el Imperio Romano no en Judea, Jesús celebró la misa en arameo, por lo tanto era posible traducir la liturgia a las lenguas de cada pueblo y celebrarla de cara a la gente). Los lefebristas siguen aferrados a la anterior tradición. El papa Benedicto XVI aceptó que, aunque es preferible la celebración en la propia lengua, podía hacerse también lo que por siglos estuvo permitido.

2- La apertura a otros que creen en Jesús, pero no son católicos. Lo que implica el diálogo con las iglesias separadas. El Concilio marcó una diferencia entre quienes promovieron la ruptura y aquellos que nacieron en esas iglesias y dan testimonio de Jesús. Para los lefebvristas son herejes, ya que, según ellos, fuera de la Iglesia Católica no hay salvación.

3- La libertad religiosa que presupone el diálogo y el respeto para los que creen de diferentes formas: judíos, islámicos budistas y los cultos de otros pueblos. Los tradicionalistas creen que solo la Iglesia tiene la verdad, por lo tanto, con el resto no hay nada que dialogar, hay que convertirlos porque viven en el error.

4- Que el Papa sea el primero entre sus pares, pero que los obispos, reunidos puedan expresar mejor la catolicidad en la pluralidad de culturas y situaciones. Los tradicionalistas creen en la autoridad única del Papa sobre la Iglesia. Paradójicamente, Lefebvre desobedeció la autoridad papal.

La Iglesia católica creó una comisión especial para estudiar la situación canónica de la Fraternidad San Pío X, presidida por el cardenal Darío Castrillón Hoyos, fue esta comisión, con el aval del Papa, la que levantó la excomunión que pesaba sobre los miembros de la fraternidad y sus obispos, ordenados sin designación de la Santa Sede. Eso no significa que el Vaticano esté de acuerdo con las declaraciones de las personas en cuestión, ya que la excomunión no pesaba sobre ellos por antisemitismo. El obispo Richard Williamson, quien negó las cámaras de gas durante el Holocausto, cometió un desatino mayúsculo y cayó por su ideología en falsear la verdad, basta visitar los campos de concentración que aún existen para dimensionar una tragedia que no se puede soslayar sin ofender gravemente la memoria colectiva de la humanidad. No representa el pensamiento de la Iglesia y, para dejarlo claro, el Papa, en recientes declaraciones, volvió a afirmar: "El Holocausto sea para todos un llamado contra el olvido, la negación o el reduccionismo, porque la violencia hecha contra un solo ser humano es violencia contra todos". "El Holocausto -agregó- enseñe especialmente a las viejas como a las nuevas generaciones que sólo el difícil camino de la escucha y el diálogo, del amor y del perdón conduce a los pueblos, las culturas y las religiones del mundo a la deseada meta de la fraternidad y de la paz en la verdad". El Gran Rabinato de Israel declaró la ruptura de las relaciones con el Vaticano, la medida de los ortodoxos judíos es por tiempo indefinido.

Los fundamentalismos son malos de un lado y del otro, el pensamiento de Williamson no es el de la Iglesia, la respuesta de un grupo de rabinos ortodoxos no involucra a todos los judíos, mucho más cuando sus expresiones no son colegiadas con el resto de los rabinos ni tienen autoridad sobre ellos. Para la gran mayoría de los creyentes, el camino de diálogo interreligioso que hemos continuado, inspirados en el ejemplo del Concilio Vaticano II y de Juan Pablo II, de bendita memoria, no tiene retorno. Quizás monseñor Williamson debería visitar -para reflexionar sobre sus expresiones- la capilla de la Virgen de Luján en la Catedral de Buenos Aires; allí, detrás de un vidrio, se exponen restos de páginas de libros de oración rescatados de los campos de concentración, Dios sigue amando a todos sus hijos, sean judíos, islámicos, católicos o ateos. La misión de la Iglesia es tender puentes para la salvación, no encerrarse a ver quiénes son los que se quedan afuera.

Las opiniones vertidas por algunos no expresan la opinión de todos, es por eso que en un mundo dividido y desorientado debemos ser cuidadosos a la hora de generalizar. Los judíos no han roto con el Vaticano ni la Iglesia niega el Holocausto.

Esperemos que dentro de la Iglesia siga la actitud de acercamiento a todas las tendencias y sectores del catolicismo y no sólo a los grupos más conservadores. Para ello sería muy deseable que se realizaran algunos gestos concretos con grupos más progresistas, al igual que los realizados con los sectores tradicionalistas y cismáticos de monseñor Lefebvre.

El autor es codirector del Instituto del Diálogo Interreligioso

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